Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. Benjamin Franklin.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Lo confieso: Soy profesora.

Fuente: www.e-faro.info
Día a día nos vamos dando cuenta de lo difícil que es ser profesor. No sólo tenemos una obligación, sino que, como bien indica la viñeta que nos puso Víctor en clase, cada vez nuestra profesión significa más cosas, y la gente da por hecho que en la escuela deben de enseñar al niño a no ser maleducado, egoísta, malhablado.. etc lo que es cierto, pero que tiene que ir unido a una educación en casa que en muchos casos, por desgracia, no se da. Y cada vez está más desprestigiada. Recuerdo como, hace un año, justo antes de empezar la universidad, mi abuela me preguntó que iba a estudiar y para qué, cuando le contesté que me iba a dedicar al deporte, y, concretamente a ser profesora de educación física, la buena mujer me miro con cara de no comprender nada y me preguntó: "Con el cerebro que tienes tú, ¿No preferirías ser médica o abogada?". Lo de siempre. Un profesor no tiene la categoría de un médico.
¿Como se ha llegado a esta situación? Todo el  mundo echa la culpa al de al lado. Los profesores, a las familias, las familias, a los profesores, y todos, al gobierno en cuestión por no saber que hacer con este sistema educativo que cada vez se hunde más. Pero pocos buscan que están haciendo mal ellos.

Los alumnos respetan cada vez menos al profesor, y es esta perdida de autoridad lo que ha hecho que la profesión se desprestigie, llegando a considerarse incluso de segunda clase. La perdida de autoridad la propician, por regla general, los propios padres, lo cuales realizan comentarios delante de su hijo, desprestigiando o insultando al profesor.

Hoy en día todo el mundo discute con el profesor sobre lo que imparte, o como lo imparte, sin embargo nadie le dice lo mismo a un cirujano, o a un bombero mientras apaga el fuego. Esto es, en parte, porque todo el mundo se siente capaz de educar, y seguramente lo ha hecho alguna vez, ya sea con su hijo, su madre, su hermano, su primo, su amigo...etc. pero nadie se siente capaz de apagar un incendio.

Las familias tienen parte de culpa en este desprestigio, pero la gran parte nos la llevamos nosotros, los docentes. Cada vez hay más docentes, porque hay más personas que quieren llegar a ser profesor. Pero no porque se trate de una verdadera vocación. A muchos les mueven las palabras "vacaciones", "sueldo" y "trabajo estable". A otros tantos, aunque parezca irónico, lo que les llama es este desprestigio: Como no sé que hacer y esto no es muy difícil, me meto a estudiar magisterio. Al final tenemos una cantidad de profesores desmotivados, ya que no saben como hacer que "la panda de alumnos que me han tocado aprendan", o, por el simple hecho, que ese trabajo no les gusta, aunque tampoco les disgusta, ellos dan su clase y quién aprenda bien, quién no, el año que viene será problema de otro profesor.


Fuente: www.e-faro.info

Es increíble como se ha llegado a esta situación. ¿Como se ve tan normal que una persona que no sabe que hacer se meta a magisterio? A nadie se le ocurriría aconsejar a un amigo que, sino saber que hacer, se meta a médico, porque con la salud de la gente no se juega, ¿pero con la educación sí?. Obviamente, todo el mundo contesta a esa pregunta que no, pero luego los hechos son muy diferentes.

Philip Jackson indica en "La vida en las aulas" lo siguiente: "La asistencia de los niños a la escuela es, en nuestra sociedad, una experiencia tan corriente que pocos de nosotros nos detenemos apenas a considerar lo que sucede cuando están allí."

Tenemos que cambiar esta situación entre todos. La sociedad tiene que respetar la figura del profesor, ya que es tan importante como la de un médico o un ingeniero. Pero para ello debemos de empezar creando profesionales, con una verdadera vocación. De igual manera que no se "permite" a cualquier persona ser médico, no se debe "permitir" a cualquier persona se profesor, y esto es algo que tienen que hacer los de "arriba", reformando el sistema educativo y dándole prioridad y prestigio. Pero mientras esto ocurre, somos nosotros los que tenemos que ir haciendo el camino.
                                                                













Me gustaría terminar con la adaptación de un poema de Marciano Durán, que vi en el blog "Historias de un maestro cualquiera".
"Esos locos que enseñan. Yo los conozco. Los he visto muchas veces. Son raros. Algunos salen temprano por la mañana y están en el cole una hora antes, otros recorren todos los días más de 100Km de ida y otros tantos de vuelta. Están locos.
En verano les dan vacaciones, pero no desconectan del todo, piensan en sus clases, preparan tareas para el curso siguiente. En invierno hablan mucho, siempre llevan caramelos de miel y limón en los bolsillos, otros con una botella de agua a su lado. Su garganta siempre está dolorida, pero siguen enseñando, a veces fuerzan su voz, pero siguen transmitiendo sus conocimientos con cariño e ilusión.
Yo los he visto, no están bien de la cabeza. Salen de excursión con sus alumnos y se encargan de gestionar autorizaciones, recogida de dinero y responsabilidad extra. Qué será de ellos y ellas. Por la noche sueñan con el colegio, se les aparecen planetas, ecosistemas y personajes históricos. He escuchado que llegan cargados con cuadernillos y exámenes, que han corregido la tarde anterior en su casa. Son mujeres y hombres, casados, solteros,...de diferentes edades, pero a todos les apasiona su trabajo, ver crecer a sus alumnos, ayudarlos y conseguir de ellos ciudadanos competentes.
Los he visto muchas veces. Están mal de la cabeza. Algunos dicen de ellos que viven muy bien, pero les han recortado el sueldo y siguen trabajando incluso más que antes, algunos no miran ni su nómina porque su pasión por la enseñanza los hace ciegos a pensar en el cobro. Disfrutan con lo que hacen, aunque haya padres que los discutan y les quiten autoridad, ellos siguen hacía adelante. Están mal; por las tardes quedan para hacer cursos de formación y no les importa perder tiempo de su ocio para reciclarse. Dicen que son autocríticos y que hacen balance de sus experiencias educativas, que se frustran cuando no salen las cosas como esperaban, que se alegran cuando sus alumnos avanzan. Están mal de la cabeza, yo los he visto. Dicen de algunos que fueron muy importantes, que siempre tienen palabras de aliento; dicen sólo que son maestros y que se sienten muy orgullosos de serlo."
 
Si iaia, yo voy a ser profesora, porque no conozco una profesión mejor. Y porque a ese médico o a ese abogado que tanto admiras le educaré yo. 

3 comentarios:

  1. ¡Muy completa la vida de maestro/a!

    Quien quisiera serlo... pensándolo bien, y como bien dice Savater, F. "la condición humana nos da a todos la posibilidad de ser al menos en alguna ocasión maestros de algo para alguien". Deseemos que lo poco o mucho que nos toque enseñar, esté dentro lo válido y sea reconocido educativo.

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  2. El gran Emilio Duró (recomiendo ver su conferencia "Optimismo e ilusión") decía: "solo os cansará aquello en lo que no disfrutéis" "No vendais vuestra vida, trabajar en aquello que realmente os haga felices, y podáis ponerle pasión"

    Por tanto, si lo que te hace realmente feliz es enseñar, adelante Bea, seguro que estamos ante una futura gran educadora.

    Por cierto, muy buen blog, enhorabuena.

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  3. Muchas gracias por tu (de nuevo) estupendo post y, especialmente, por conectarnos con "Historia de un maestro cualquiera", que tiene entradas tan interesantes para todos como esta: http://unmaestrocualquiera.blogspot.com.es/2012/05/decalogo-para-padresmadres-apasionads.html#comment-form.
    Yo creo que compartir historias es fundamental para todo, pero esencial para convertirse en un profesioanl práctico reflexivo, que es condición sine que non para ser un buen educador.

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