Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. Benjamin Franklin.

jueves, 27 de diciembre de 2012

¡Estudiar es un coñazo!

Antes de nada... ¡Feliz Navidad a todos! Espero que estéis disfrutando de este tiempo con la familia y los amigos, yo por mi parte, ¡no paro! De hecho, este post quiero dedicarlo a comentar una cosa que escuché el otro día y me dio de que pensar.

Me encontraba con mis amigos en una exhibición de gimnasia rítmica y, delante nuestra, había una familia, compuesta por padres, tíos, abuelos, nietos... etc. Entre ellos se encontraban dos niños y una niña, que estaban hablando sobre la escuela. En un momento dado, la niña dijo que debía estudiar un examen que tenía nada más volver de las vacaciones, a lo que el niño más mayor, rondaría los ocho años, contestó: "¡Madre mía! ¡Si estudiar es un coñazo!".

Obviando el hecho de la palabrota que dijo el niño y de que los adultos de su alrededor no le corrigieran ("toda la culpa es de la escuela"), ¿En que momento el estudio empieza a ser una obligación? ¿En que momento de nuestra vida todo lo relativo a aprender cosas nuevas se convierte en "un coñazo"?

Pensé en el hecho de que, por lo que parece, el ser humano ha nacido para llevar la contraria. Si nos dicen que tenemos que hacer algo, o no lo hacemos, o lo hacemos de mala gana. Y si nos prohiben hacer algo, entonces lo hacemos, ya que "las reglas están hechas para romperlas". Como ejemplo de esto puedo contar la historia de un amigo mio: hace dos años, en el instituto, le "obligaron" a leerse un libro, concretamente "Cuento de Navidad" de Dickens. No se lo leyó, ni siquiera hizo el esfuerzo, le parecía un coñazo el simple hecho de oír el titulo. Ayer, después de recomendarle el libro y dejárselo, se lo terminó de leer. Y le encantó.

No obstante, creo que lo que de verdad hace que veamos el estudio como un coñazo, es nuestro entorno, la sociedad. Después de que el niño mayor dijera lo de que "estudiar es un coñazo" (perdón por repetir tanto la palabra, pero creo que es la que más se ajusta al sentimiento que "todos" tenemos cuando nos ponemos delante de un papel), el niño pequeño no tardó en repetir lo que había dicho su hermano: ¡Estudiar es un coñazo!.

Cuando somo pequeños, somos curiosos por naturaleza, nos gusta saber el por qué de las cosas, y nos esforzamos lo que haga falta para encontrar la respuesta a nuestro problema. Como ejemplo la historia de la maestra Mercé de Febrer recogida en el libro "Vivencias de maestros y maestras" bajo el título "Es un regalo ir a trabajar cada día" (gracias por la recomendación Víctor, maravillosa historia). Pero llega un momento que aprender se convierte en una obligación de la cual queremos escapar. Vamos creciendo mientras escuchamos que estudiar es un coñazo, y, al final, hacemos la idea tan nuestra que relacionamos conceptos y una cosa no puede ir acompañada sin la otra. Aunque, por suerte, cuando maduramos, por regla general, nos damos cuenta de que estudiar no es malo, no es un coñazo, sino algo que  hay que hacer para poder aprender cosas nuevas, para saber más.

Simplemente quería compartir con vosotros esta anécdota, ya que me ha parecido muy interesante el hecho de que un niño pequeño ya relacione defina estudiar como un coñazo.

1 comentario:

  1. No es una anécdota. Es una historia. Una buena historia. Una buena y reveladora historia. Y las buenas y reveladoras historia ayudan a comprender y a empatizar. A mi me ayuda a comprnder que cuándo aprendemos establecemos vínculos afectivos con lo que aprendemos y con la manera que aprendemos. La mayorías de las cosas que hemos aprendido no son un coñazo, pero para algunos estudiar algunas cosas sí lo es. Yo defiendo que estudiar DEBE ser un coñazo en algunos casos. Si entendemos coñazo por hacer lo que debemos en vez de lo que deseamos instantáneamente- Así se aprende, por ejemplo, a retrasar la recompensa, en definitiva, a afirmar la voluntad y el compromiso. Por ejemplo, defiendo que se aprendan cosas de memoria. Lo que no defiendo es que ese sea el único ni el mejor modo de aprender. Es más, si lo aprendes de memoria con alguien o sin presión o de con tu padre al lado tomándote la lección (qué recuerdos!)... si disfrutas del coñazo, el coñazo deja de serlo tanto. Y si no, por qué cuesta tanto que los niños se aprendan la lista de los planetas del sistema solar y tan poco que lo hagan con las plantillas de los clubes de fútbol?

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